Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

domingo, 8 de mayo de 2011

No es lo mismo



Si el campo sonríe
y crece la hierba
y cantan los pájaros
y liban las abejas,
y cruzan los aires
grandes cigüeñas
y las margaritas
alfombran praderas,
no te quepa duda
que es primavera.

                                Carlos Reviejo

El grupo de niños controlados discretamente por las profesoras se despedían así del colegio, ante las vacaciones de Semana Santa. Tras la verja, abuelos y padres a parte iguales, contemplan entusiasmados la representación en el improvisado escenario diseñado en forma de sombra por el sol con la colaboración de una acacia.

   -Menos pamplinas, ¡que los suelten!, algunos trabajamos -resopló una voz discordante fulminada con la mirada por el grupo.

   -¿Ves a nuestros niños?
   -¡Que sí, mujer!
   -¿A los tres?
   -Primero, tercero y cuarto por la izquierda.

Asustada ante la avalancha infantil, la puerta, con la ayuda del conserje, se abrió.
Lara Rodrigo y Lucía, se disputaban la mano de su abuela, saltando en cada baldosa y tapa de registro para "no pisar raya” aportando, atropelladamente, al mismo tiempo, la mayor información posible sobre lo sucedido en la mañana.
La voz resoplaba ahora desde el umbral del bar de la esquina:

   -Creíais que no llegaba ¿eh? La culpa ha sido de la maestra que es una pesada.

El niño que acompañaba a la voz preocupada por acudir al trabajo, gritó encaramado en una banqueta del bar:

   -¡Quiero un mosto!

El abuelo contemplaba la evolución de los niños alrededor de su esposa. La verdad es que no está nada mal -pensó- la edad le sientan bien. Por un momento pasaron ante él los primeros años. Las risas, las concesiones, las deferencias, los mil y un detalles; luego los hijos, el trabajo de ambos.
El sacrificio y esfuerzo por situarse, actuaron en cierto modo de amortiguador tras la pérdida de esa primera y jubilosa etapa de vida en común.

   -¡Yayo! (alguien cambió yayo por abuelo, -será más moderno-) ¿vienes con nosotros?
   -Claro cariño -dijo acelerando el paso.
   -¡”Porfa”! ¿Podemos ir a la tienda de “chuches”?
   -Sí pero sólo dos bolsitas cada uno, luego papá me riñe, -afirmó la abuela aguantando la sonrisa.

Comida, siesta paseo y parque. Todos los pormenores del colegio; seis canciones tres cuentos y… a la cama.

   -Cuando volvíamos de recoger a los niños, he vuelto a revivir nuestros primeros años.
   -Aquellos, trajeron estos. ¿Verdad que son bonitos?

Sus preguntas indefectiblemente llevan consigo la deseada e irrenunciable respuesta afirmativa.

   -No es lo mismo.


Estableciendo un símil con la naturaleza, cuando la pareja vuelve a ser pareja (no multitud), puede ocurrir como en el mar: las olas buscan la playa una y otra vez, incluso con más fuerza, y la relación vuelve al origen. O como la nieve en la montaña: cae, permanece un tiempo y con el cambio de estación se funde repartiéndose en nuevas corrientes. Solamente las cumbres de cierta altura, conservan nieves perpetuas.

   -Ya te has puesto mohíno. Sabes que te quiero.
   -Yo también

Le abrazó cariñosa, y un beso selló el pacto.

   -No es lo mismo -pensó él.



16 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

¡Claro que no es lo mismo! Es otra cosa. Otra situación, otros años, otros deseos, otras obligaciones... Los nietos, ¡ay! los nietos. Seamos sinceros, ¡qué pesadez! los queremos por supuesto pero a que a estas alturas tengamos que ser sus canguros, tiene ¡bemoles!
Precioso tu escrito. Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

No es lo mismo, pero hay que aprovechar lo bueno de esto que...no es lo mismo.

Besos, Paco, se te echaba de menos

pancho dijo...

Por lo que observo, los hijos hacen más caso a los abuelos que a los padres.

Relato muy bien trabado. Precioso el blanco del campo de margaritas y la cumbre.

Un abrazo

Manolo dijo...

No es exactamente igual pero sí es lo mismo.
Me he sentido retratado en tus palabras, Paco. Llegamos ahora de pasear con uno de nuestros nietos y mañana le llevaremos al "cole".
Un abrazo.

Gelu dijo...

Buenas noches, Paco Cuesta:

No, no es lo mismo. Como tampoco lo son las diferentes estaciones del año, de las poesías de Carlos Viejo. Cada momento hay que vivirlo consciente de que será irrepetible.
La pareja eran -en la primavera- uno para el otro.
Luego al llegar los hijos, es volcarse en ellos, y cuando hay nietos la felicidad consiste en que ellos -todos- lo sean.
Quizás uno se olvida de sí mismo -y un poco del otro- pensando en los demás.

Saludos.

P.D.: Muy bonitas las fotografías.

Myriam dijo...

No es lo mismo, NO. pero esas margaritas bien valen la misa.

Besos

Gelu dijo...

Buenos días, Paco Cuesta:

No es lo mismo, decir que algo pertenece a alguien cuando no es así.
He comprobado el nombre del autor de la poesía, y le voy a cambiar el apellido, añadiéndole 'figuradamente' unos añitos más.
Rectifico:
Carlos Reviejo
No era lo mismo.
Saludos.

P.D.: Por cierto, mirando su obra, he visto que dedicó un libro a nuestro Don Quijote.

Paco Cuesta dijo...

Gelu: Saqué la poesía directamente de una fiesta infantil y no pude localizar el autor. Corrijo.
Gracias

matrioska_verde dijo...

¡que buen relato, Paco! hay tantas cosas que me gustan de él... pero sobre todo la ternura, en los ojos mientras contemplan a los nietos, en las palabras de amor mientras se contemplan entre ellos.

¡que rápido pasa la vida!
¡cualquier día yo también seré abuela! y buscaré en los ojos del retoño, los ojos que tuvo mi hija un día, o tal vez los míos.

biquiños y enhorabuena.

matrioska_verde dijo...

ah, que casi se me olvida:

No es lo mismo, es mejor porque habéis vivido, amado, sentido...

biquiños.

Asun dijo...

No es lo mismo, es más rico.

Besos

MIMOSA dijo...

¿Cómo iba a ser lo mismo después de haber sentido y palpado lo vivido?
Tu relato enternece, quizás uno espera de la vida que se sucedan los pasos como se imagina, así como se suceden las estaciones, los años, la propia descendencia, lo que uno conoce como ley de vida, luego, ésta misma, se encarga de darnos mayores o menores sorpresas.Pero es maravilloso poder, después de los años, seguir diciendo te quiero, y que no falten los besos.
Un abrazo y un beso.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué bella forma de expresar una certeza en la vida de cualquier pareja, querido Paco.

Ele Bergón dijo...

No es lo mismo pero es igual.

No se si ya os habeis aclarado con el autor Carlos Reviejo. En fin, os dire que es un autor que se dedica a escribir poemas y cuentos para niños.

La foto es preciosa y muy acorde con el poema.

Un abrazo

Luz

PIEDAD dijo...

Me gusta mucho esta entrada como todo que publicas, en especial ésta porque tengo un hijo de 6 años y la verdad es que no es lo mismo, al menos eso es lo que dicen los abuelos disfrutan más ahora de los nietos que antes de los hijos, quizá porque ahora tengan más tiempo. Lo cierto, es que el ritmo de pareja de ahora no es como el de antes, somos mucho más dependientes de nuestros papis que lo fueron ellos de los suyos. ¿Qué haríamos sin vosotros padres- abuelos? Un abrazo, Piedad

Jorge dijo...

Y ese mostito con los yayos, con la guinda y poco hielo...tampoco es lo mismo que beber un ribera con cuarenta tacos. Yo creo que es mejor, o al menos se disfruta más.