Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 16 de febrero de 2012

Manejo de los elementos. Sonata de invierno.



El “manejo de los tiempos” – que, a decir verdad no sé lo que significa-  parece ser, por lo repetitivo, de vital importancia en el momento actual. A este lector posiblemente por asociación de palabras, la frase en cuestión le ha llevado a otra: “el manejo de los elementos” necesario para construir una obra literaria.
En  Sonata de otoño, la descripción de la tierra natal de Valle Inclán transformaba la palabra escrita en imágenes perfectamente apreciables para el lector. En Estío la variedad de la tierra mexicana se nos ofrece como paleta de pintor colorista y variada. En Primavera, la narración nos transporta a  escenarios místicos y recoletos dentro de la tierra italiana.
En Sonata de invierno el paisaje navarro está tejido con los mimbres anteriores, manejados con exquisito cuidado para no significarse en exceso y mantener la credibilidad sobre una tierra desconocida entonces para Valle. En esta última sonata define el escenario sin la precisión anterior. Con elementos climáticos: nieve, lluvia, aire y algunos -pocos- físicos,  difusos y lejanos; con parquedad en las pinceladas “El viento de los montes nos azotó tempestuoso, helado, (…) la carretera se desenvolvía entre lomas coronadas de ermitas”. En los entornos más próximos (jardín plaza), la relación con anteriores paisajes es aún más nítida: “Caserón de altas tapias”. “Rejas mohosas”. “Huerto triste”. Reminiscencias de Brandeso y Gaetani.

Valle Inclán hizo su primer viaje a Navarra en 1909, descubriendo una tierra que le recordó a  Galicia y Castilla, y  a la que amó.

"Si hubiera venido antes, querido Argamasilla, le habría dado otro ambiente a Los cruzados” dijo en referencia al ciclo de tres novelas que escribió sobre la Tercera y última Guerra Carlista. “Los cruzados de la causa”, “El resplandor de la hoguera” y “Gerifaltes de antaño”, escritas entre los años 1908-1909.

Falta por tanto la sensación de  naturaleza vivida, tan real, tan palpable, que nos ha acompañado en las anteriores entregas.

  Imagen: Taringa

6 comentarios:

pancho dijo...

Llevas toda la razón, Valle no puede dar muchos detalles concretos del espacio en el que ocurren los hechos narrados porque no los conoce de primera mano. Pero tampoco son imprescindibles, la narración no cojea por esa circunstancia. Lo suple con una mayor dedicación al entorno carlista y a las ideas políticas de Bradomín y de todos los que le rodean en la historia.

Muy buena observación.

Asun dijo...

PACO, aunque no estoy siguiendo la lectura me paso a dejarte un saludo y a darte las gracias por tus visitas.

Que tengas un buen fin de semana.

Besos

Merche Pallarés dijo...

Vamos a ver si me sumerjo en esta Sonata de invierno. Suena diferente a las otras y además tiene lugar en la preciosa Navarra. Besotes, M.

Myriam dijo...

No sabía que Valle no había estado en Navarra cuando escribió esta novela. Tienes razón en que pinta lños paisajes difusos, como pinceladas, pero te cuento que a mí que he estado me convenció por su verosimilitud...

¡Oleh! y ahora que lo pienso, no quiero imaginarme ocmo hubiera descrito los paisajes Navarros si los hubiera visto antes...

Besos x2 y buen fin de semana.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto: describe como un pintor, pero levanta vivo el paisaje.
Excelente, Paco.

Ele Bergón dijo...

No he empezado aún a leer la Sonata de Invierno, ando entretenida con un libro de más de 700 páginas que se llama "El hombre que amaba a los perros", me lo prestaron y empecé sin mucho entusiasmo, pero ya sólo me quedan 100 páginas. Cuando termine me pondré que el de Valle-Inclán.

LLevas razón en eso de los ambientes. Valle los escoge muy bien y es que en una obra de arte ha de ser todo armónico y lleno de rítmo como muy bien dice nuestro profe.

Un abrazo

Luz