Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

miércoles, 16 de diciembre de 2015

CUANDO DOS MUNDOS CHOCAN: Los Pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán

Cueva carbonera
Oblicuamente, a intervalos, entre el motín de amenazantes nubes grises, los rayos de sol caían en los zarzales y setos.
Jinete de escasa maestría hípica, colorado como pimiento choricero, cubierto el negro traje de dudoso corte con el polvo ocre del camino, el curilla, imberbe, se balanceaba con más miedo que vergüenza sobre el arzón, asido  con una mano a las riendas y la otra al cuello del jaco.
Espaciadamente primero, atropellándose unas a otras después,  las gotas de agua traspasaron la barrera del pinar deslavazando el sombrero de teja amarronado por el tiempo; de su ala, al compás de la caballería, cortinillas de agua ora delante ora detrás, buscaban encontrarse con el polvo -ahora barro- del camino. Las nubes,  oscureciendo aún más la bóveda del bosque y la tarde que declinaba daban a caballero y montura el aspecto de fantasmagórico “mobile art”.  En medio de la tragedia la suerte se puso de su lado en forma de boca de cueva carbonera, que vino a aliviar la situación dando cobijo al dúo viajero.
Bien la satisfacción de estar a cubierto, el calor húmedo y pegajoso de la cueva o la vegetación que desde su resguardo podía contemplarse trajeron a Julián Álvarez el recuerdo de una lectura: “la lluvia es madre y madrastra, riega e inunda, salva y mata”. La sentencia vino a ser para el futuro capellán administrador de los Pazos de Ulloa como una premonición de lo que le tenía reservado su nuevo destino: el choque entre dos mundos; el rural, y el urbano.

MADRASTRA
Físicamente fuerte, don Pedro Moscoso, a la sazón marqués de Ulloa, incapaz de dominar sus instintos, violento e inmoral, encarna la naturaleza salvaje. Auténtico señor feudal mimetizado con las fuerzas naturales, se rodea de cuantos, como él, viven aislados de la civilización.
Su mayordomo, Primitivo, gobernante de facto de los pazos y la comarca del Cebre, capaz de emborrachar a su nieto, es la personificación de la brutalidad.
"Y metiendo en la mano del niño la moneda de cobre y entre sus labios la botella destapada y terciada aún de vino, la inclinó, la mantuvo así hasta que todo el licor pasó al estómago de Perucho".
Sabel, encarna la vitalidad de la naturaleza de la que su vida es reflejo; actúa sin prejuicios en función del instinto y la oportunidad. Permite, inmersa en ese mundo bárbaro el maltrato de Perucho sin que ello en el contexto del ambiente narrado suponga desamor.

MADRE
Julián, educado en Santiago, incluso salvando su condición de cura, tiene convicciones morales totalmente opuestas a las de don Pedro. Débil por naturaleza, su formación no ha sido capaz de dotarlo de la fortaleza necesaria para superar un temperamento nervioso, aspecto afeminado y un  exceso de puritanismo.
“Con los replugos de una monja y pudores de doncella intacta”
Marcelina (Nucha) educada y criada en Santiago, no la más agraciada de la hijas de don Manuel Pardo de la Lage, pero sí, la más bondadosa, -flor de ciudad trasplantada a la naturaleza salvaje- ha de casarse con don Pedro Moscoso precisamente por la intervención del cura. Profundamente espiritual, se ve incapaz de sobrevivir en el primitivismo de los Pazos. Su debilidad, también física se contrapone especialmente durante la gestación y el parto de Manuela con la facilidad con que parió la criada a Perucho.

***
En Los Pazos de Ulloa hay dos grupos humanos representados o representativos del medio en que viven: el fuerte, perteneciente a la tierra salvaje y primitiva y el débil: trasplantado de la ciudad sin posibilidad de adaptación a usos, costumbres o paisaje. La naturaleza, exuberante, salvaje y desnuda, presente constantemente en Los Pazos (Naturalismo), juega un papel fundamental en la novela y así lo manifiesta el narrador en referencia al curita:
“La naturaleza le parecía difícil de comprender y casi le infundía temor…”
No ocurre tal a don Pedro y los habituales en los Pazos. Su vida corre pareja a la evolución de la naturaleza sin freno a la oportunidad y el instinto.
La vida de los pequeños Manuela y Perucho encuentra su desarrollo en la segunda parte de Los Pazos: La madre naturaleza.



2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto: seres opuestos. Su supervivencia depende de cómo se ajustan al medio. Bien visto.

Abejita de la Vega dijo...

Sobreviven los que se adaptan al medio, los fuertes. Nucha y Julián son débiles. ¡Qué país de lobos!
A ver si aguanta el pseudomarqués fuera del Pazo.

Un abrazo, nos leemos.